11/09/2025

¿Hambre real o emocional? Cómo detectar si el estrés influye en lo que comemos

Lara en redes | El ritmo de vida actual, el cansancio o la ansiedad pueden activar patrones de alimentación que no responden a la necesidad fisiológica de nutrirse. Cómo identificarlo y estrategias de especialistas para controlar estos comportamientos

El cuerpo “pide” comida varias veces al día, pero ¿siempre realmente tiene hambre? En momentos de estrés, cansancio o ansiedad, muchas personas comen sin preguntarse si hay una necesidad fisiológica real detrás.

Distinguir entre el hambre que surge de una necesidad biológica y el impulso de comer para calmar emociones puede ser clave para construir una relación más saludable con los alimentos.

Qué diferencia al hambre real del emocional

“El hambre real responde a necesidades fisiológicas. Por ejemplo, cierto tiempo después de haber comido, los niveles de glucosa en sangre descienden y se activan señales en el organismo, mediadas por hormonas, que despiertan la necesidad de comer”, explicó a Infobae la médica pediatra especialista en Nutrición y vicepresidente de la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN) y docente de actualización en obesidad infantil Irina Kovalskys (MN 80.503).

Sin embargo, no todas las veces que una persona come lo hace por esa razón. “Ante determinadas condiciones emocionales (como la tristeza) o del entorno (aburrimiento, soledad, entre otras), el impulso de buscar comida puede no estar relacionado con una necesidad fisiológica real”, precisó la especialista. Esta necesidad aparece incluso en estados de saciedad, poco después de haber comido.

Según Kovalskys, en situaciones de ansiedad o malestar emocional, “es el cerebro —donde residen receptores y circuitos asociados al placer— quien busca en la comida un recurso para calmar sensaciones de malestar emocional”.

Desde otra perspectiva complementaria, la licenciada en Nutrición especialista en trastornos alimentarios y magister en psicoinmunoneuroendocrinología Agustina Murcho (M.N 7888) señaló: “Desde la infancia, aprendemos a asociar la comida con premios, con frases como ‘si te portás bien, te doy un dulce’, con consuelo (‘vení, comé algo y se te pasa’) o con momentos de celebración. Estos aprendizajes quedan grabados en nuestra memoria emocional y pueden activarse, incluso sin darnos cuenta, cada vez que atravesamos una emoción intensa”.

Seis señales que indican que no se trata de hambre real

Murcho enumeró seis señales que pueden ayudar a reconocer cuándo el acto de comer está guiado por factores emocionales y no por una necesidad biológica:

  1. Comer sin hambre real: “La persona ya no siente apetito, pero sigue comiendo. Tal vez algo en ella necesita calmarse, aunque claramente no es el estómago. Puede ser ansiedad, angustia o incluso una sensación de vacío”.
  2. Buscar alivio emocional en la comida: “Este patrón suele aparecer cuando se ‘baja la guardia’: al volver del trabajo, durante el fin de semana, o cuando se está solo o sola y se busca una forma de relajarse. La comida se convierte en una válvula de escape”.
  3. Comer sin identificar la emoción: “A veces la emoción no se reconoce con claridad. Puede ser aburrimiento, enojo, frustración, o una mezcla de todo. En lugar de conectar con lo que sentimos, lo tapamos con comida”.
  4. Sentirse peor después de comer: “La comida no resolvió el problema original, y además dejó una sensación de culpa, bronca o frustración”.
  5. Necesidad de algo específico: “Muchas personas aprendieron que algo dulce, salado o crocante podía traer consuelo, y ese aprendizaje se activa en momentos de estrés”.
  6. Imposibilidad de detenerse: “Cuando la comida se convierte en un recurso emocional, no importa cuánto razonamiento se aplique: no se trata de fuerza de voluntad, sino de una dinámica emocional más profunda que necesita ser atendida con compasión y acompañamiento”.

Fuente: Infobae

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